Nos encontramos con Víctor en el ayuntamiento de su pueblo. Se ha dedicado a la viña desde pequeño y sus recuerdos son pura sociología del vino. Alegre y divertido, su relato ya es parte de la historia local. Nos recitó un poema y hasta cantó una canción popular. Sigue haciendo vino de unas “viñejas” que tiene.
Autor: Cultura Líquida
Presentamos un nuevo podcast de La Memoria del Vino. El protagonista de nuestro nuevo podcast es Víctor Iglesias. Nació en el año 1937 y toda su visa se ha dedicado a la agricultura y a la viña. Reproducimos un extracto de lo que podrás escuchar en el podcast.
¡He hecho de todo en el pueblo! Después de hacer la mili ya saqué el carnet de tractor y me dediqué a la agricultura. Mi primer recuerdo de pequeño en la viña yo creo que sería cuando íbamos a vendimiar. La ilusión de ir a vendimiar. Me acuerdo que se ponían los cestos donde se echaban las uvas y nuestra ilusión era montar al carro y meternos en el cesto que estaban montados en el carro hasta las viñas.
Mi padre no tenía viñas. Él las cultivaba o iba donde le mandaban. Mi abuelo anduvo casi todo el tiempo con una pareja de bueyes. Yo aprendí del viñedo. Tengo unas pocas viñejas de las que hago el vino para casa, que eran del padre de mi mujer Petra. Un majuelillo pequeño pero que me daba para hacer vino para casa. Viéndolo, aprendí a cultivarlas. Ya de mayor, cuando estaba trabajando para un señor que tenía una finca de unas 100 ha de regadío, tres años antes de jubilarme las puso de viñas y ahí aprendí más, a injertar…
Cuando empecé a trabajar las viñas yo tendría 23 o 24 años. Antes de casarme ya echaba una mano allí porque el padre de Petra era pastor y no podía hacerse cargo. Me gustaba todo lo de las cepas. Como lo tenías que hacer pues lo hacía de buena gana, me gustaba. Primero todo a mano, últimamente ya todo mecanizado. Suelo podar a dos yemas aunque depende de la fuerza que tenga les dejo 2, 3, 4 patas…depende de cómo vea yo la cepa.
Lo que menos me gustaba era cavarlas porque había que hacerlo a mano. No es que no me gustara, pero era la tarea más dura. Tenía tempranillo, algunas blancas que no sé qué serán, aunque la cosa es que son muy buenas para comer. El vino que hacía era para casa. Ahora lo hago en una cochera que tengo.
En estos momentos estamos viviendo un boom absoluto en las viñas. En el año 89 yo pedí permiso para poner cepas y no me autorizaron para ponerlas en el páramo. Y ahora, todas las viñas se ponen en el páramo. Están comprando hectáreas y hectáreas porque significa un grado de diferencia, los 150 metros de altura respecto al valle. Ha sido un cambio que jamás nos lo hubiéramos imaginado.
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