Su padre llegó a Fuentenebro (Burgos) desde Carmena (Toledo) para trabajar en la mina. En la actualidad, ella es la propietaria del Museo del Vino de Fuentenebro, cinco bodegas subterráneas unidas y excavadas a mano hace más de 200 años, un proyecto que ha tardado muchos años en desarrollar. Hacemos una visita al museo con Begoña, gran conocedora de la cultura e historia del pueblo burgalés.

Autor: Cultura Líquida

«El museo en realidad es una bodega convertida en museo. Pero no solo una bodega, son cinco bodegas de tamaño muy pequeño que se han unido. Aquí hay bodegas grandes pero, en general, son bodegas muy pequeñas para dejar el cubete, las patatas y demás. Todos los montículos que se ven aquí están orientadas al norte, que era lo que hacía circular el aire y se mantuviesen frescas».

«En el museo se ha intentado reunir los oficios del vino. En Fuentenebro había carpinteros y herreros. Las barricas eran muy grandes de 300 o 400 cántaras; se hacían arriba, luego las desmontaban, se numeraban y las volvían a montar abajo. Hay fotos originales de finales de XVIII de la vendimia y del trabajo con los cestos de vino. También hay pellejos, que era la manera de transportar el vino en aquella época. En Fuentenebro se bajaba con la pelleja y se subía con la pelleja».

«Mi padre, por ejemplo, que vino de La Mancha a trabajar aquí, le llamaba mucho la atención que cuando salían de la mina todo el mundo se iba a casa y cogía una llave muy grande y unas nueces e iban a las bodegas. Lo primero que él recuerda era la acidez del vino porque ¡claro! los vinos de La Mancha no tienen nada que ver con estos».

«En el museo también tenemos azufradoras  antiguas de fuelle, sulfatadoras de cobre, bombas de trasegar de bronce… Todos los recipientes antiguos que hay eran de unos médicos que había en Fuentenebro. Había uno muy famoso y prestigioso que tenía consulta aquí, Don Alvaro. Porque Fuentenebro fue uno de los primeros sitios donde había rayos X de toda la provincia de Burgos».