Charlamos con Luis Lastras, nacido en San Martín de Valdeiglesias en 1943. El oficio del vino le viene de su padre, de quien aprendió todas las labores del campo. Aún elabora su propio vino y aceite de sus olivos.
Autor: Cultura Líquida
Presentamos un nuevo podcast de La Memoria del Vino. La primera labor que le enseñó el padre de Luis Lastras fue la de sarmentar, recoger los sarmientos que iba dejando después de cortarlos. Todas las viñas de su padre eran herencia de su abuelo, de quien aún conserva la bodega con su docena de tinajas y en donde Luis elabora su propio vino. Luis, gran conocedor de la zona, nos habla del albillo y la garnacha, de su pasión por los olivos, de cómo elabora en las tinajas y muchas cosas más.
Reproducimos un extracto de lo que podrás escuchar en el podcast.
Antiguamente si sabías o valías para hacer algo, ya te ibas al campo. Del campo me gustaba todo porque cambiaba el oficio. Ibas a podar, luego a sarmentar, luego a arar…Nosotros, con la caballería, teníamos que hacer el arado seis veces. Por la misma calle, seis veces. Por eso te digo que tardabas en arar mil cepas… ¡todo el día te tirabas! Y ahora vas con el tractor y te lleva una hora.
Te voy a hablar de las cepas del albillo, que ese da más trabajo que las tintas. El albillo la cogíamos, cuando ya tenía los racimos, cepa por cepa y las escarbábamos. El racimo quedaba en el suelo, cogíamos el azadón, sin darle al racimo, y le hacíamos el agujerito en el suelo. Cogíamos unas estacas que teníamos, cogíamos el sarmiento y ya se quedaba más alta que la tierra.
Ibas a los cinco o seis días y habían cogido los racimos un color de miel que daban gusto verlos. Bueno, pues luego le quitas las hojas, le entra el sol y le entra el aire y a los pocos días se te quedan del color de la miel.
Luego, cuando íbamos a hacer la uva, venían las mujeres. Teníamos estipulado hacer cuatro cajones todos los días. Madrugábamos a las cinco de la mañana y las mujeres, cuanto antes terminaran de hacer los cuatro cajones, antes se venían a casa.
Antes aquí, el albillo iba todo a Madrid, a la venta del mercado de Madrid. Salían de aquí camiones diarios. Nosotros aquí, en la cooperativa, ha habido años de meter diez millones de kilos. Y hoy día, este año, se han metido doscientos y pico mil kilos en la cooperativa, fíjate tú la diferencia que hay. Allí en Madrid tenías que llevar buena mercancía que sino no la querían. La llevábamos en unos cajones de madera de unos 20 kilos.
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