La comarca de O Ribeiro destaca no sólo por sus vinos, sino por su riqueza y contrastes paisajísticos. En este estudio, veremos algunos rasgos que lo definen desde una óptica ecogeográfica.
Autor: Augusto Pérez Alberti
Situada en la Galicia meridional, en el borde noroccidental de la provincia de Ourense, la comarca de O Ribeiro es conocida desde antiguo por la calidad de sus vinos. Sin embargo, si bien es cierto que fueron sus elaboraciones los que le dieron la fama, también es una comarca destacable por su riqueza y contrastes paisajísticos. Por una parte, quisiéramos analizar las diferentes variables físicas que se combinan en su espacio geográfico y, por otra, presentar los rasgos que definen los paisajes desde una óptica ecogeográfica o sistémica.
Existe el problema de poner los límites a la comarca. Si Ribeiro es considerado como sinónimo de vino, abarcaría los ayuntamientos de Arnoia, Beade, Castrelo de Miño, Carballeda de Avia, Cortegada, Leiro, Ribadavia, Punxín, y algunas parroquias del Carballiño, Toén, Ourense, San Amaro, Boborás y Melón. Sin embargo, las viñas que hubiesen sido plantadas en los valles del Miño, Avia, Arnoia y Barbantiño irían, poco a poco, saliendo de estos límites ocupando las tierras del contorno y llegando hasta las de “montaña”, con lo que sería difícilmente admisible aplicar este criterio. Por el contrario, si por O Ribeiro tomamos la actual comarca propuesta por la Xunta de Galicia, que se basa más en las demandas de los ayuntamientos o de los alcaldes que en hechos históricos o geográficos, el ámbito territorial sería otro, y lugares que tradicionalmente formaron parte de la comarca quedarían fuera, apareciendo enmarcadas en las comarcas de Ourense o Carballiño. Así, se alterarían los aspectos históricos y geográficos que determinan su inclusión en el territorio. Por todo esto, tomamos partido por la vieja idea del Ribeiro y nos centramos en el análisis de los valles del Miño, Avia, Arnoia y Barbantiño, núcleo fundamental del Ribeiro durante siglos.
Para presentar los paisajes, cada uno de sus fragmentos diferenciados, es necesario analizar las diferentes variables que se interrelacionan.
1- En primer lugar, las formas del terreno, que constituyen el marco general donde se engarzan; la dinámica tectónica, que trajo consigo la articulación de las formas del terreno; la dirección de los canales de agua, que condicionan variables biogeográficas, como es el caso del clima, los suelos o la vegetación que, su vez, condicionaron y condicionan la actividad humana.
2- En segundo lugar, tenemos que detenernos en el análisis de las rocas que forman el sustrato porque condiciona el desarrollo de los suelos y, al mismo tiempo, determinan la cara de algún paisaje concreto.
3- En tercer lugar, es necesario analizar las condiciones biogeográficas de la comarca, o sea, las variables climáticas, los suelos y la vegetación, para finalizar con una visión integrada en la que se analizan las interacciones entre formas, suelos, plantas, cultivos y la actividad humana.
Se trata, por tanto, de ir examinando los elementos por separado y posteriormente engarzar todo e intentar que se comprenda la diversidad de la zona, los contrastes entre unos lugares y otros, entre el fondo del valle y las partes altas de las laderas, entre el valle y la llanura o, como se dice en Ribeiro, entre la ribeira y la montaña.
El río Miño discurre entre grandes paredes de rocas graníticas
El escalonamiento de las formas del relieve
No cabe duda de que la razón de ser del Ribeiro es la existencia de un conjunto de valles fluviales que se articulan alrededor del río Miño. Se trata, de manera fundamental, del propio Miño, Barbantiño, Avia y Arnoia, que aparecen bordeados por tierras llanas que se escalonan cara al oeste. Podemos diferenciar varias unidades morfológicas: las estribaciones de las sierras centrales gallegas en su margen occidental, diferentes niveles de planicies a distintas altitudes, y los ya citados valles fluviales. Dentro de estos, y sobremanera en la del Miño, se individualizan distintos niveles de terraza. El relieve de la comarca dibuja un conjunto de tierras escalonadas desde los cerca de 1000 metros en el oeste, hasta poco más de 100 metros en el fondo de los valles (Figura 1: mapa geomorfológico).
Mapa Geomorfológico
Si hacemos un corte de oeste a este, desde el límite entre las provincias de Ourense y Pontevedra hasta un hipotético meridiano de Untes, podemos comprobar como las tierras van perdiendo altitud. En los límites provinciales se alzan las sierras del Suído, al norte, y Faro de Avión, al sur, que superan los 1000 metros de altitud. Al su lado divisamos un primer nivel de planicie a unos 900 metros, en las cabeceras del Avia, en el sector del Suído, y del Cierves, en la de Faro. Aún más al este, notamos la presencia de restos y aplanamientos situados a 700 y 600 metros. Este hecho se plasmó en la presencia frecuente, especialmente en la cabecera del Avia, del topónimo chaira [1]. Siguiendo cara al este, vemos los niveles de 600, 500, 400 y 300 metros bordeando el valle del Miño por el norte, por las tierras de Amoeiro, y por el sur, por las de Cartelle.
Haciendo de enlace entre los diferentes niveles y, al mismo tiempo, encajándose en ellos, vemos una amplia red de valles fluviales fruto de la dinámica fluvial en relación a la tectónica, como analizaremos posteriormente. A medida que los ríos se acercan a sus confluencias, su labor de incisión fue mayor, de tal manera que el relieve es mucho más contrastado, y las subidas y bajadas son mucho más frecuentes.
A un nivel inferior, ya dentro de los valles fluviales más abiertos, como los del Avia y, especialmente, el Miño, vemos una serie de escalones constituidos por antiguos canales del río que actualmente configuran, bien terrazas erosivas sin presencia de depósitos encima, bien terrazas de acumulación (Figura 2: Cortes topográficos). Algunas de ellas desaparecieron bajo las aguas debido a la construcción del embalse de Castrelo do Miño y no se pueden ver en la actualidad. Por lo tanto, en la elaboración del mapa geomorfológico, optamos por obviar su existencia para que se pudieran reflejar mejor las diferentes formaciones sedimentarias existentes.
Cortes topográficos
La red fluvial cambió su recorrido a lo largo de los milenios. Este hecho generó diferentes niveles de paleovales, es decir, de antiguos niveles por los que pasaba el río en las diferentes etapas. Si analizamos los cortes topográficos y el mapa geomorfológico podemos ver como quedan reflejados diferentes escalones dentro de los valles.
En ocasiones, en el escalón podemos encontrar depósitos de cantos rodados y arenas; en otros no. Así, se pueden diferenciar áreas donde dominó la erosión debido a una mayor energía de las aguas, y otros donde predominó la acumulación, posiblemente en aquellos donde la fuerza del agua quedaba disipada por algún elemento morfológico. En todos los cortes, realizados a partir del mapa 1: 50.000, se pueden ver con claridad cómo dentro del valle existen distintos rellanos que nos indican el paso de las aguas. En P1-P1’ se ve muy bien dos situados en la ladera, por encima de los 300 m; otro tanto pasa en P2-P2’. En P3-P3’ aparece el mismo nivel y otro inferior, sobe los 150 metros y, si nos fijamos en el perfil P5-P5’, que incluye los valles del Miño y Avia, comprobamos que existe una clara simetría entre ellos, con un primer nivel sobre los 200 m y otro situado aproximadamente a los 150 m. Este hecho obliga a pensar que, en algún momento de la historia geomorfológica, el Avia confluía con el Miño aguas arriba de Ribadavia, y no donde lo hace ahora. Por debajo de este nivel aparecen un conjunto de terrazas fluviales de acumulación localizadas sobre los 40/46 m (T1); 30/33 m (T2); ; 20/26 m (T3) y 4/10 m (T4).
El nivel superior (T1) está situado entre los +40/46 m. Se conserva entre Feá y Puga y, en menor medida, en Troncoso, Prado y Vide-Astariz, en el margen izquierda del río, y en Laias y Sanín, en el derecho. Está compuesto por cantos rodados de cuarzo y cuarcita, embutidos en una matriz arenosa. En ciertos lugares, como es el caso de Feá, aparece fosilizado por un potente nivel de limos y arcillas. Todo el conjunto presenta una intensa coloración rojiza.
A menor altitud aparece el nivel +30/33 (T2). Se trata del nivel más extenso. Está presente en Canedo, fuera de la comarca, Santa Cruz de Arrabaldo, Laias, Razamonde y Sanín, en el margen derecho, y en Oleiros, Prado y Vide-Astariz, en el izquierdo. Está compuesto por cantos y gravas de cuarcita en su mayor parte, aplitas, muy alteradas, y cuarzo, embutidos en una matriz arenosa. Como en el nivel anterior, presenta un intenso color rojizo. Por lo general, tiene una potencia de unos cuatro metros y cambios evidentes en la secuencia deposicional. Aparece fosilizada por un nivel arenoso
Embalse de Castrelo do Miño
Más bajo, se extiende el nivel +20/26 (T3). Aparece bien representado en Laias, Razamonde, Sanín y Ventosela, en el margen derecho del río, y en Oleiros y Vide-Astariz, en el izquierdo. Aunque sus caras difieren ligeramente de unos lugares a otros, tienen en común los cambios en la secuencia deposicional, la heterometría de los cantos, su buen grado de redondez, su color ocre-rojiza, la presencia de cantos alterados, así como el substrato y, especialmente en Sanín, la presencia de una potente capa de limos fosilizando el depósito.
El nivel de +4/10 m (T4) forma el escalón más bajo dentro los valles. Se puede ver en Santa Cruz, Barbantes-Estación, Laias y Sanín, en el margen derecho del río y en Feá, en el margen izquierdo. Es precisamente en este sector, actualmente modificado por el paso de la autovía y por una gravera incontrolada, donde aparecía más nítido el nivel. Antiguamente se podía ver en el entorno de la llanura aluvial de Castrelo, hoy inundada. A nivel general, se componen por cantos y gravas de tamaño heterométrico incrustados en una matriz arenosa, que se hace más evidente en su parte más alta. Los cantos son de cuarzo y cuarcita bien redondeados y el conjunto presenta un color gris parduzco. En Laias, en el lugar llamado Oceal, se podían ver potentes capas de arena, muy fina, encima de la terraza. Entre Barbantes-Estación y Laias aún es visible parte de este nivel aunque la mayor parte está bajo las aguas.
En el fondo del valle del Avia se extiende un nivel semejante. Está compuesto por alternancias de capas de cantos y de arenas. Los cortes más representativos se pueden ver en San Cristovo.
El papel de los movimientos tectónicos y los procesos de antecedencia
Para comprender el diseño de las formas del relieve es necesario situar la comarca en el ámbito general de Galicia, que forma parte de un margen estable del continente europeo. Gracias a los estudios realizados por Y. Tex (1981), J.L. Auxietre & J.P. Dunand (1978), J.R. Vanney et alli (1979), G. Boillot (1984), Comas, M.C, Boillot, G. et alli (1986), H. Rojouan (1987), podremos entender su evolución geotectónica.
La existencia de dos brechas en la corteza, ritfs, una ubicada en el actual golfo de Bizkaia y otro separando la península de América del Norte, marcaron el inicio de la etapa fundamental de la génesis del Atlántico y de la evolución geotectónica de Galicia y, consecuentemente, de la comarca. A principios del Mesozoico comenzó una fase de rifting, de separación de los continentes. Durante el Jurásico y el Cretácico inicial se produjo la separación de la placa ibérica de la americana. Este hecho generó, como ya dijo Pannekoek (1966,1970), toda una red de fracturas N-S. Muchas de ellas desaparecieron bajo las aguas aunque se intuyen en la plataforma continental, y otras están presentes en Galicia, y también en O Ribeiro. Es el caso de la red de fracturas que sigue la depresión meridiana entre Carballo, al norte, y Tui al sur, o las que siguen los ríos Tea, Deva, Avia y, más hacia el este, la depresión de Monterrei que continúa hacia Chaves, en Portugal.
Penedos, grandes formaciones de roca granítica
A lo largo del Cretácico superior se inició la apertura del golfo de Bizkaia. Durante un tiempo, la placa ibérica se individualizó de la placa euroasiática, abriéndose un canal de comunicación entre el Atlántico y el mar de Thetys. Posteriormente, este canal desapareció chocando las placas ibérica y euroasiática, dando comienzo a la orogenia Alpina. En el Eoceno, el margen atlántico se volvió inestable al producirse el estrechamiento del golfo de Bizkaia, lo que provocó una sucesión de elevaciones y hundimientos de bloques ya marcados por la red de fracturas existente y generada, en parte, durante la orogenia hercínica. A finales del Eoceno o principios del Oligoceno, el proceso de colisión entre las placas ibérica y euroasiática se detuvo, con lo cual se produjeron nuevos momentos de descompresión tectónica. A nuestro entender, el escalonamiento de niveles de aplanamientos y encajamientos asociados, tanto en la comarca como fuera de ella, está en íntima relación al juego de bloques que se desarrolló en el margen continental siguiendo, en muchos casos, las líneas de fracturas marcadas durante el Hercínico y que, con mayor o menor vitalidad, continuaron hasta los inicios del Cuaternario. Como se desprende de algunos temblores de tierra continúan, en cierta medida, en la actualidad.
A medida que se iban moviendo los bloques, dado que existía un clima tropical húmedo, se fue encajando la red fluvial aprovechando las fracturas existentes. Así, en la comarca de O Ribeiro, se fueron acoplando profundamente en el terreno no solo del Miño, Barbantiño, la cabecera del Avia o el bajo Arnoia, sino también otros muchos riachuelos. En ocasiones, la capacidad erosiva no fue suficiente para labrar su canal y, como consecuencia, se generaron cascadas, como la del río Fareixa, en Xubín, o la del Barbantiño, aguas arriba del Viñao, o las del río Cierves, cerca de Melón. La coincidencia del elevamiento tectónico con incisión fluvial dio origen a lo que se conoce como antecedencia, que supone la existencia de una red fluvial que se instala sincrónicamente a los movimientos tectónicos. Únicamente así podemos entender cómo los ríos se encajan prácticamente desde su cabecera incluso en áreas donde dominan rocas que, pese a su grado de fracturación y meteorización, son difíciles de romper, como es el caso de los granitos. Pensemos, por poner un ejemplo, en el río Arenteiro y Varón. ¿Sería capaz de labrar su profundo valle sin que hubiera actuado la antecedencia? Es posible que los niveles de terraza que estamos describiendo no se correspondan con exactitud a las diferentes alturas del canal del río, sino que algunos pudieron ser posteriormente basculados. En estos momentos, es difícil afirmarlo o negarlo.
Fruto de la dinámica geotectónica es el extenso patrón de fracturas asociadas con direcciones principales NO-SE, NE-SO y N-S. Unidas a ellas podemos ver una intensísima red de diaclasas. Basta analizar cualquier corte de los muchos que en los últimos años se abrieron a causa de la autovía para darnos cuenta de la importancia de esta red de fracturas. Sin embargo, tanto el diseño de la red fluvial como la estructuración de las principales unidades del relieve, nos indican con claridad las direcciones. El Miño, que lleva una dirección general este-oeste, cambia bruscamente de recorrido hacia norte-nordeste y sur-suroeste. Este hecho es perfectamente visible en la confluencia entre el Miño y el Barbantiño, en el río de Fareixa o en el del Avia. Este mismo río sufre cambios bruscos en la cabecera de su recorrido. Por otra parte, la presencia de fuentes termales en Barbantes-Estación, Berán, Laias y en Castrelo refuerza la presencia no solo de la red de fracturas, sino también de su gran profundidad.
SOBRE EL AUTOR
Augusto Pérez Alberti
Catedrático Emérito de Geografía Física de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) y reconocido investigador a nivel nacional e internacional. Ha desarrollado y dirigido proyectos, así como asistencias técnicas, en Canadá, Francia, Brasil, Uruguay, Argentina, Ecuador, Marruecos, Chile…Fue presidente de la Sociedad Española de Geomorfología (SEG) y director del Departamento de Geografía de la USC. Docente en varias universidades internacionales, ponente en decenas de congresos, director de tesis doctorales…Su intensa labor académica e investigadora, le llevó a ser reconocido con el Premio Trasalva 2002, un importante galardón anual honorífico que recompensa la labor cultural y gallegista de importantes figuras.
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